
Me propongo en los meses por venir no hablar solo de política, porque eso no es lo que necesitamos. Hay que darles prelación a los problemas y desafíos que tenemos por delante. No me quiero gastar mi tiempo hablando de política ni de los despropósitos que nos propone el partido de gobierno al que le quedan pocas semanas de Congreso para intentar algo que sea útil y no pasar totalmente en blanco, como todo lo indica. Trataremos de deliberar sobre los problemas y desafíos que nos esperan.
Como El Roble (foto) hay al menos 8 proyectos más en exploración. Foto:Atico Mining
El mundo se encuentra en una encrucijada crítica: la necesidad imperiosa de descarbonizar la economía global para mitigar el cambio climático. Esta transición energética, que fundamentalmente busca reemplazar de manera gradual y ordenada los combustibles fósiles por fuentes limpias, se apoya de manera fundamental en la electrificación. Sin embargo, este cambio masivo tiene un motor silencioso y crucial: el cobre.
Con su inigualable conductividad eléctrica, el cobre es un material esencial e, incluso, insustituible para casi todas las tecnologías de bajas emisiones; sin embargo, la magnitud de la ambición climática choca con la realidad de la oferta de este metal, creando una urgencia global por aumentar su producción.
La demanda de cobre en el mundo aumentaría en un 66% a 2040. Foto:iStock
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Para que Colombia pueda realmente insertarse en el nuevo circuito global del cobre, y no solo ser un territorio con potencial geológico, el país hoy tiene la posibilidad de ubicarse como jugador emergente dentro del mercado global de minerales críticos para la transición energética, pero para ello requiere un marco habilitante claro, estable y competitivo. Esto implica, en primer lugar, estabilidad regulatoria y seguridad jurídica: los inversionistas globales en minería de cobre toman decisiones a 20 y 30 años vista; por lo tanto, no invertirán capital intensivo en un país donde la normativa cambia cada año, donde los permisos ambientales se vuelven arbitrarios, y donde el gobierno Petro manda señales contradictorias a través de discursos ideológicos. La claridad de reglas no es un favor a las empresas: es la garantía básica para que Colombia pueda transformar recursos subterráneos en valor agregado, empleo, ciencia y recaudo fiscal.
Además, Colombia debe modernizar su política minera para pasar de un enfoque extractivista básico a uno que priorice encadenamientos productivos y capacidad industrial. Chile y Perú “venden cobre”; pero Canadá y Australia venden tecnología, servicios, data y consultoría alrededor del cobre. Ese debe ser el salto: minería sí, pero minería inteligente que impulse manufactura, refinado, investigación en materiales, y clústeres de innovación en torno a la transición energética. Finalmente, la diplomacia económica debe alinearse a este propósito: hoy el mundo compite agresivamente por asegurar minerales críticos. Si Colombia no negocia desde una estrategia nacional, y sigue improvisando discurso según la coyuntura política, perderá relevancia. El cobre no es una moda; es un eje del poder económico del siglo XXI. La pregunta es si Colombia está dispuesta a gobernar con visión de Estado para estar a la altura del momento.
La mina El Teniente, en Chile, es la más grande del mundo de este metal. Foto:AFP
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Goldman Sachs, una de las bancas de inversión y de valores más grande del mundo, acuñó la siguiente frase en abril de 2021, “el cobre es el nuevo petróleo”, esto basándose en el papel absolutamente fundamental que tiene el cobre en la revolución energética global y la electrificación del mundo. Y sí, podemos decir sin temor a equivocarnos que el cobre es el nuevo petróleo o al menos el metal con una importancia económica y geopolítica comparable en el siglo XXI.
¿Por qué la comparación?
El petróleo fue el motor de la economía del siglo XX, y el cobre está posicionado para ser el material esencial de la economía del futuro por las siguientes razones.
Colombia debe modernizar su política minera para pasar de un enfoque extractivista básico a uno que priorice encadenamientos productivos y capacidad industrial.
César GaviriaExpresidente de Colombia
1. Es clave en la transición energética
El cobre es irremplazable en las tecnologías limpias debido a su alta conductividad eléctrica y térmica, ductilidad y resistencia a la corrosión:
– Vehículos eléctricos: un vehículo eléctrico usa, en promedio, más del doble de cobre que un vehículo de combustión. Se necesita en baterías, motores y cableado.
– Energías renovables: es esencial para los paneles solares, los aerogeneradores (turbinas eólicas) y sus sistemas de inversores y transformadores.
– Infraestructura eléctrica: es vital para modernizar y expandir redes eléctricas inteligentes, necesarias para distribuir energía renovable de manera eficiente.
Los vehículos eléctricos requieren de cobre, más que los que son a gasolina. Foto:iStock
Pero como si lo anterior fuera poco, y como complemento a su trascendencia en la transición energética, el cobre también está adquiriendo cada vez más presencia en productos de la salud tras el descubrimiento de sus propiedades antibacterianas. El cobre ha demostrado ser eficaz en la lucha contra bacterias y hongos. Hay evidencias de que dicho mineral tiene una efectividad del 99 por ciento con dos horas de contacto para eliminar de diez a cien millones de bacterias por minuto. Los expertos destacan que es capaz de destruir también el ADN de la bacteria, lo que impide que esta desarrolle resistencia. La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) lo ha registrado como el primer y único metal con propiedades antimicrobianas.
2. Demanda en aumento
Siendo un hecho irrefutable que la demanda de petróleo disminuirá de manera gradual en las próximas décadas, a medida que el mundo busca la carbononeutralidad, la demanda de cobre en cambio se proyecta que aumente de manera exponencial.
Se pronostica que la demanda global de cobre aumentará significativamente (algunas fuentes dicen más del 66 por ciento entre 2020 y 2040) impulsada por la transición energética y el auge de la inteligencia artificial (IA) y los centros de datos, que también son grandes consumidores de electricidad y, por lo tanto, de cobre.
3. Factor geopolítico
Al igual que el petróleo moldeó la geopolítica del siglo pasado, el cobre está creando nuevos “poderes minerales”. Países con grandes reservas de cobre, como Chile y Perú, se están posicionando como actores estratégicos clave en la nueva economía global. El control de la oferta de este metal se vuelve una cuestión de seguridad nacional y de política internacional.
En resumen, la analogía del “nuevo petróleo” subraya que el cobre será el recurso imprescindible que alimentará la infraestructura y la tecnología del futuro, lo que le confiere una importancia económica y estratégica primordial.
Inminente brecha de oferta
El cobre es el principal producto que exporta Chile a China. Foto:Getty Images
A pesar de que el cobre tiene un papel protagonista en el camino hacia la neutralidad de carbono, la capacidad de la industria minera a nivel mundial para satisfacer esta demanda está bajo una presión extrema. Los análisis de mercado proyectan, como lo venimos sosteniendo, un déficit persistente y estructural entre la oferta y la demanda del metal en el corto y mediano plazo.
Analistas de UBS y Morgan Stanley han advertido que la producción no será suficiente para cubrir la demanda, anticipando un déficit de más de 200.000 toneladas solo para este 2025.
Existen factores limitantes de la oferta, son pocos los países del mundo los que tienen el potencial en su subsuelo que permita tener yacimientos con el suficiente potencial geológico para ser exitosos; la exploración en el subsuelo –y en este caso concreto, la minera– es una actividad de altísimo riesgo económico, debido a la alta inversión requerida y la incertidumbre sobre el descubrimiento de minerales rentables. Estos factores se suman a los riesgos operativos (como accidentes y condiciones extremas), ambientales y sociales, por lo que solamente puede ser desarrollado por compañías con un desarrollo de tecnología de punta, experiencia comprobada y con un enorme músculo financiero; igualmente hay que tener en cuenta que para que un proyecto de minería de cobre se convierta efectivamente en una mina, es decir en un proyecto en explotación, puede tomarse en promedio 15 años.
Colombia tiene un potencial privilegiado en cobre, al estar dentro del cinturón Metalogénico Andino, que no solo es rico en cobre sino que alberga una variedad de minerales metálicos que son de vital importancia para la economía
César gaviriaExpresidente de Colombia
Esta escasez no solo pone en riesgo los objetivos climáticos globales, sino que también ejerce una presión alcista sobre el precio del metal, el cual ya ha alcanzado récords históricos, encareciendo el costo de la transición energética.
Un reporte del mismo Goldman Sachs sostiene que para 2030 la demanda adicional de cobre atribuible a la transición energética crecería 600 por ciento frente a los niveles actuales, llegando a 5,4 millones de toneladas si la adopción de tecnologías verdes se acelera –lo más importante, y aquí es donde se presenta la oportunidad soñada para Colombia–. Según datos emitidos por la misma Unidad de Planeación Minero Energética de Colombia (Upme), solo seis países del mundo (por sus características en su subsuelo y potencial geológico) están en condiciones de satisfacer la demanda de cobre a nivel global: Chile, Perú, Congo, Mongolia, Indonesia y Colombia.
Condiciones naturales para que Colombia sea potencia minera
Colombia tiene un potencial privilegiado en cobre, al estar dentro del cinturón Metalogénico Andino, que no solo es rico en cobre sino que alberga una variedad de minerales metálicos que son de vital importancia para la economía de los países de su influencia; de esta manera, la actividad volcánica y la interacción de placas tectónicas en esta región han contribuido a la formación del potencial minero metálico y especialmente de cobre.
Operaciones de la mina El Roble, en Carmen de Atrato (Chocó). Foto:Atico Mining
Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, el área con potencial cuprífero de Colombia es aproximadamente 156.921 km², de los cuales 145.953 km² podrían contener yacimientos de entre 30 a 50 millones de toneladas y en los restantes 10.968 km², existir potencial para albergar depósitos de más de 10 millones de toneladas. En Colombia –y específicamente en Antioquia, Chocó, Córdoba y Cesar– se han identificado reservas cuantiosas.
Según el Ministerio de Minas y Energía, la calidad de los yacimientos en Colombia supera la media internacional del 0,6 por ciento de cobre por tonelada, alcanzando un promedio de 0,98 por ciento de cobre por tonelada. Esto indica que se trata de mineral de alta ley, es decir, una alta concentración de cobre por tonelada de roca.
En la actualidad, el único depósito que se encuentra en etapa de explotación es El Roble (Carmen de Atrato, Chocó) operado por la empresa canadiense Atico Mining Corporation, la operación inició en 1990; sin embargo, no se podría considerar un proyecto de la magnitud de los que actualmente se encuentran en exploración.
Aparte de El Roble, existen otros proyectos en etapa de exploración o estudios iniciales; Minera de Cobre Quebradona y Pantanos, en Antioquia; El Volador, El Carmen, y Comita, en Chocó; Mandé Norte, en el Carmen del Darién; San Matías, en Córdoba; y Mocoa, en Putumayo, entre otros.
Antioquia es uno de los departamentos con potencial minero de cobre. Foto:Archivo El Tiempo
El Estado colombiano ha reconocido el cobre como un mineral estratégico desde 2012, ratificado por el actual gobierno en la resolución 1006 del 30 de noviembre de 2023. Si el país logra desarrollar plenamente este sector, podría generar un impacto significativo a nivel nacional y regional.
Para solo hacer un comparativo, es importante traer a colación que el cobre es un pilar fundamental en las economías de Perú y Chile. Su aporte se mide tanto en el producto interno bruto (PIB) como en la participación en las exportaciones; de la siguiente manera: en Perú, el aporte al PIB nacional varía entre el 6 y el 10 por ciento; en Chile, el aporte del cobre al PIB nacional varía entre el 5,9 y el 6,7 por ciento, existiendo periodos donde ha oscilado entre el 7,5 y el 8,6 por ciento y tuvo un pico en 2020, cuando llegó a aportar el 11,5 por ciento. Es importante notar que estas cifras pueden variar anualmente, principalmente debido a la fluctuación del precio internacional del metal y los niveles de producción.
Solo como un ejemplo ilustrativo, en Colombia podemos ver el caso del proyecto Quebradona, en el municipio de Jericó (Antioquia), que de conformidad con los datos publicados por la empresa inglesa a cargo del mismo, representaría para el país: inversión en construcción (4 años) US$ 1.793 millones, aproximadamente; inversión ambiental en operación, US$ 29 millones, aproximadamente; regalías proyectadas en operación, US$ 771 millones, aproximadamente; impuesto a la renta, US$ 3.725 millones, aproximadamente; impuesto de industria y comercio para Jericó, US$ 161 millones, aproximadamente; impuesto predial, US$ 14,8 millones, aproximadamente; compras locales directas proyectadas estimado entre US$ 252 y US$ 300 millones, aproximadamente; en inversión social y emprendimientos, aproximadamente US$ 2 millones al año; y en empleos (directos e indirectos), alrededor de 4.000, que comprenden la etapa de exploración y explotación.
Algunos análisis independientes sugieren que, al desarrollar su potencial, Colombia podría generar hasta el 8 por ciento de la producción mundial de cobre.
¿Podemos desarrollar en Colombia proyectos de gran minería de cobre de manera sostenible?
El punto central es que en Colombia logremos efectivamente que los proyectos de cobre como condición perentoria, en ningún momento se desarrollen dentro de áreas declaradas previamente como Parque Nacional Natural, ni en áreas declaradas y delimitadas legalmente como páramos; que se desarrollen con la adecuada y leal participación social; que en las áreas que se realicen se prevengan, corrijan o compensen los impactos al medio ambiente, al entorno social y a las personas; para lo cual sería fundamental que el Estado colombiano logre un correcto y sensato ejercicio de autoridad ambiental, que se ciña solamente a lo técnico y descarte lo ideológico y político; que las empresas que exploten tengan los más altos estándares en sostenibilidad desde el punto de vista social y ambiental; que no solo se cumplan las regulaciones legales aplicables en Colombia, sino fundamentalmente las que a nivel mundial promuevan el desarrollo sostenible a largo plazo y acciones concretas contra el cambio climático. Hay que recalcar que en la minería de cobre se han venido desarrollando y aplicando las más modernas tecnologías para contribuir con la optimización de diversos procesos dentro del ciclo minero de este metal.
Para ilustrar lo anterior, es indispensable seguir teniendo como ejemplo los casos de Perú y Chile, por solo hablar de economías de países con algún grado de asimilación a Colombia y que consignan avances recientes por parte del sector minero latinoamericano, mostrando los esfuerzos por avanzar hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En estos países, diferentes compañías que están ya en plena etapa de explotación de cobre han implementado medidas para optimizar y reducir el consumo de agua en el proceso minero, cuyo resultado ha sido una disminución absolutamente considerable en el consumo de agua, lo cual ha hecho que en los renglones de la economía, el sector de la minería haya bajado su posición en consumo de agua de un primero a un cuarto, quinto y hasta sexto lugar.
Entrada de la mina El Teniente, Chile. Foto:AFP
Han implementado flotas de vehículos 100 por ciento eléctricos, con los que se busca disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI); los vehículos utilizados incluyen además tecnologías que permiten recuperar la energía generada durante movimientos de descenso y frenado, utilizan en sus operaciones un 100 por ciento de energía eléctrica renovable; la recirculación del 83 por ciento del agua en sus procesos industriales desde 2022, y en algunos casos se ha logrado el 100 por ciento; el reciclaje de cientos de toneladas de neumáticos en ese mismo año; programas de inversión social enfocados principalmente en cuatro ámbitos: productivo, social, educativo y ambiental.
Así mismo, las iniciativas de reforestación han permitido, a la fecha, plantar centenares de hectáreas de especies autóctonas de la cordillera Andina, lo que en conjunto ha representado una reducción considerable de sus emisiones de GEI. Estas iniciativas se enmarcan en estrategias corporativas de carbono- neutralidad a 2030-2040; el tratamiento del reciclaje –en general, en sus procesos y de manera concreta, el manejo de las aguas residuales– ha sido uno de sus mayores éxitos, devolviéndola incluso en mejor calidad que la usada; han construido y mejorado la infraestructura de riego, de bocatomas y captaciones de agua en sus zonas de operación.
Estamos convencidos, entonces, de que en Colombia se pueden lograr efectos similares e incluso mejores, sumados a un efecto transformador en el desarrollo y la economía del país, que se traduzca en mayores ingresos fiscales y empleo. La minería de cobre generaría importantes ingresos para el Gobierno (vía impuestos y regalías) y empleo formal en zonas que a menudo requieren mayor inversión estatal; encadenamiento productivo: la oportunidad no es solo exportar el mineral, sino en algún momento crear una cadena de valor completa, transformando el cobre en productos terminados como cables o componentes para la industria de la electromovilidad, lo que diversificaría la matriz exportadora del país. Por último, dejar capacidades instaladas en estos mismos territorios, muchos de ellos con infinidad de necesidades insatisfechas; capacitando y dotando de herramientas a los miembros de las comunidades para ejercer diversas actividades incluso diferentes a las mineras en sus territorios.
Situación actual
No obstante lo anterior, hay esperanza, en poco más de nueve meses Colombia tendrá un nuevo gobierno (…) Colombia tendrá en el cobre la oportunidad soñada.
César gaviriaExpresidente de Colombia
Como lo hemos venido sosteniendo en escritos anteriores, en Colombia en el gobierno de Gustavo Petro, el activismo, el radicalismo y fanatismo ideológico contra empresas extranjeras, contra las empresas privadas en general y contra la mayor cantidad de actividades económicas posibles –como desarrollo de la política de decrecimiento que han adoptado– ha hecho que el Gobierno expida figuras abiertamente ilegales e inconstitucionales como las denominadas Appas, las reservas temporales de recursos naturales, lineamientos ambientales (el de la Sabana de Bogotá) y el nombramiento de activistas sin ningún perfil técnico en la cabeza de las autoridades que toman las decisiones en la materia. Y para cerrar el ciclo de marchitamiento del sector minero, han acudido a amenazas vedadas y expresas a funcionarios de carrera administrativa en el sentido de que la línea gubernamental es bloquear los proyectos extractivos de gran minería en Colombia. Con lo anterior, han logrado que desarrollar la producción de cobre esté prácticamente bloqueado en el país y, con ello, paradójicamente está destruyendo que Colombia pueda ponerse a la cabeza no solo de una transición energética (que ha sido una de las supuestas banderas del gobierno actual), sino la posibilidad de lograr ser un actor con preponderancia y de paso convertirse en una potencia económica del sector.
Es muy posible adicionalmente que el país, a raíz de esa política del Gobierno actual, mediante las actuaciones anteriormente descritas, se enfrente a demandas billonarias e incluso pleitos diplomáticos, toda vez que entre las compañías que enfrentan este tipo de bloqueos institucionales ordenados directamente por el presidente Gustavo Petro están empresas inglesas, canadienses y chinas, entre otras; esto como si con los líos diplomáticos en que nos ha puesto el Presidente con nuestro principal socio comercial, los Estados Unidos de América, no fuera ya suficientemente problemático.
No obstante lo anterior, hay esperanza, en poco más de nueve meses Colombia tendrá un nuevo gobierno, y si el presidente Gustavo Petro y los activistas del decrecimiento económico que lo acompañan como funcionarios en su gobierno no logran su objetivo de dejar tierra arrasada, Colombia tendrá en el cobre la oportunidad soñada, y la llave de oro para estar en la cima global del tema.
CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO
Expresidente de la República de Colombia y director del Partido Liberal