Esta semana, los pasillos de la Casa Nariño han comenzado a murmurar un nuevo nombre que podría desempeñar un papel crucial en la dirección del departamento de prosperidad social, una de las áreas más esenciales del gobierno actual. Se trata de Nika Cuéllar, quien es ingeniera industrial y actualmente actúa como directora gerente de Electrohuila. Según diversas fuentes consultadas, se ha indicado que su carrera ha estado estrechamente vinculada al escritorio del presidente Gustavo Petro, especialmente tras la salida de Gustavo Bolívar, quien ahora se enfocará en su candidatura a la oficina presidencial en el año 2026.
A pesar de que ciertos sectores han estado intentando gestionar la estabilidad financiera y contener las tarifas, la pregunta persiste entre la ciudadanía: ¿es realmente suficiente lo que se hace anualmente para mantener a flote una empresa pública que sigue enfrentando desafíos organizacionales significativos?
¿Recompensa o irresponsabilidad?
La posible designación de Cuéllar ha suscitado una serie de interrogantes. Algunos se preguntan si sería prudente abandonar un proceso que apenas se ha iniciado; otros, en cambio, sostienen que podría tratarse de un movimiento político que prioriza la lealtad por encima de resultados tangibles. En este sentido, la ingeniería institucional que se está llevando a cabo en Electrohuila apenas comienza a evidenciar cambios visibles, lo que podría poner en entredicho el verdadero compromiso de Cuéllar con la región de Huila.
La noticia sobre su posible ascenso ha caído como un balde de agua fría dentro de la compañía. Existen voces que apuntan a que ya se ha notado una disminución en su presencia y liderazgo en la organización. Si bien su posible salto hacia un rol de mayor relevancia a nivel nacional podría ser visto como un logro personal, también se le puede interpretar como una fuga de un barco que, en realidad, aún se encuentra en proceso de reparación.
Asimismo, es motivo de preocupación el hecho de que este potencial cambio de rumbo podría dejar en el aire algunos proyectos estratégicos que Cuéllar misma ha presentado y defendido públicamente. Abandonar dichos proyectos en este momento no solo podría dar lugar a una falta de continuidad, sino que también enviaría un mensaje confuso sobre su visión y compromiso hacia la opinión pública, así como su capacidad para mantener y desarrollar procesos sostenibles a largo plazo.
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