La inteligencia artificial generativa (IA) está transformando el mundo laboral y educativo, pero más que una amenaza para los trabajadores, representa una oportunidad para evolucionar, como lo indica Pedro Wightman, profesor de la Facultad de Ciencias e Ingeniería de la Universidad de Rosario, y Andrés Bejarano, profesor de la Universidad de Purdue de los Estados Unidos.

¿Cuántos trabajos desaparecerán? ¿Qué tareas dejarán de requerir la intervención humana? ¿Cuál será el papel del ser humano en un entorno donde las máquinas pueden escribir, analizar y crear? Para los académicos, la rápida adopción de herramientas de IA, particularmente aquellas basadas en modelos generativos, ha despertado preocupaciones comprensibles entre los trabajadores. Sin embargo, explican que la historia muestra que, como en revoluciones industriales anteriores, las obras no necesariamente desaparecen, sino que se transforman.

«Se requerirán menos personas para ciertas tareas, pero también surgirán nuevos roles. Lo esencial será aprender a trabajar con estas tecnologías de una manera complementaria y estratégica», dijo Wightman, explicando que «el gran diferenciador entre aquellos que serán desplazados y que serán mejorados por AI en su capacidad para colaborar y colaborar con estas herramientas. habilidades.

Tres perfiles para un nuevo ecosistema

Los maestros proponen comprender el uso de IA de una pirámide de alfabetización con tres niveles. Los primeros son los usuarios de la IA: la base más amplia. Ellos son los que usan herramientas como ChatGPT o Gemini para tareas diarias. Para ellos, el desafío no es solo saber cómo usarlos, sino usarlos con criterios: formular buenas preguntas, detectar sesgos e inexactitudes y respetar los estándares éticos.

En el segundo lugar, los desarrolladores de soluciones con IA. Ellos son los que integran IA en productos, servicios o procesos, utilizando bibliotecas y API. Aquí se requieren habilidades técnicas, pero también una visión crítica y ética de sus aplicaciones.

Finalmente, investigadores en IA. En la cúspide están aquellos que mejoran los modelos existentes o crean nuevas metodologías. Su trabajo es esencial para avanzar hacia tecnologías más justas, transparentes y sostenibles.

Bejarano subraya una idea clave: «La IA no reemplaza a las personas por lo que pueden hacer, sino por lo que dejan de hacer. Si los humanos renuncian al aprendizaje, el juicio crítico o la mejora continua, inevitablemente perderán terreno.

La calidad de los resultados de la IA continúa dependiendo, en gran medida, la calidad de las personas que lo usan. Formular preguntas vagas genera respuestas mediocres; Una interacción bien informada puede producir un enorme valor, agregó al profesor de la Universidad de Purdue.

«El momento actual es tan desafiante como prometedora. La alfabetización en la inteligencia artificial no es opcional: es una condición participar activamente en el futuro del trabajo, la educación y la vida en la sociedad. En este proceso, las universidades, las empresas, los gobiernos y cada ciudadano tienen un papel principal: aprender, adaptar y liderar el cambio», dijo el profesor de Pedro Wightman, profesor de la Universidad de Rosary.

Cabe señalar que Wightman y Bejarano han desarrollado metodologías para integrar la inteligencia artificial en el aula, especialmente en la informática, con el objetivo de fortalecer habilidades como la comunicación, la planificación, el pensamiento crítico y el esfuerzo, permitiendo un uso más estratégico y transformador de la IA en la educación superior.

Las 5 dimensiones de la nueva alfabetización en inteligencia artificial

Ambos maestros advierten que la noción de alfabetización también está cambiando. Ya no es suficiente saber cómo leer, escribir o administrar herramientas digitales básicas: hoy en día, la alfabetización en inteligencia artificial (alfabetización de IA). Esto implica comprender cómo funciona la IA para para qué sirven sus límites y cómo usarla ética y efectivamente.

Aunque este concepto surgió alrededor de 2016 entre los investigadores europeos, ha ganado una importancia renovada con la proliferación de generativas de las herramientas accesibles desde cualquier dispositivo. Esta alfabetización, explican los académicos, debe abordar cinco dimensiones clave:

Histórico: la IA no es nueva. Se originó en los años cincuenta como una rama de la informática, las matemáticas y la filosofía. Antes del auge actual, ya había sistemas de automatización, recomendaciones, vigilancia y toma de decisiones que modificaban profundamente el consumo y la producción en múltiples sectores.

Técnica. Aquí se trata de desmitificar la IA. No es necesario ser un experto, pero comprender los principios básicos de cómo se capacitan los modelos con datos y cómo esto afecta su comportamiento. Conocer las bases le permite usar estas herramientas con mayores criterios.

De desarrollo profesional. La IA debe verse como una herramienta para expandir y mejorar los procesos humanos, no para reemplazarlos. Esto se aplica tanto en educación como en el lugar de trabajo.

Ética. Su uso plantea múltiples preguntas. ¿Quién tiene acceso a estas tecnologías? ¿Qué impacto ambiental tiene su uso? ¿De dónde vienen los datos de entrenamiento? ¿Se genera la información? Wightman y Bejarano insisten en que estos problemas no pueden ser ignorados.

Cívico. La respuesta de la sociedad y la industria a la IA debe ser responsable. Un uso excesivo y acético puede conducir a prejuicios y decisiones deshumanizadas, especialmente en áreas donde la empatía, la justicia y la equidad son fundamentales.

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