Un análisis crítico argumentó que la tecnocracia, el dominio de los expertos técnicos en la toma de decisiones públicas, puede restringir la creatividad colectiva necesaria para abordar los problemas sociales de manera integral. La tecnocracia tiende a fragmentar a la sociedad entre los especialistas que organizan el cuerpo social y los responsables de «acondicionar mentes» a través de los medios de comunicación, la educación estatalizada y el ocio institucionalizado.

Uno de los principales desafíos es su posible desconexión con las realidades cotidianas. Al centrarse en los indicadores cuantitativos, la eficiencia y los modelos estandarizados, la tecnocracia puede pasar por alto las dimensiones éticas, emocionales y contextuales esenciales para comprender realmente los desafíos sociales.

Además, este enfoque tiende a priorizar las soluciones técnicas a problemas profundamente humanos, como la desigualdad, la exclusión cultural o el deterioro democrático. Autores como Evgeny Morozov y Wolton advierten que el «solucionismo tecnológico» confunde el progreso técnico con el progreso real, ignorando elementos como la creatividad, los valores de la comunidad y el juicio colectivo.

Los críticos como Ruha Benjamin señalan que el dominio tecnocrático ayuda a reproducir las desigualdades. Advierte que la tecnología no es neutral y que muchas soluciones impuestas por las élites técnicas perpetúan las visiones de progreso centradas en el beneficio de algunos. También el ensayo de Evgeny Morozov denuncia cómo las figuras tecnológicas han transformado sus ideas en profecías inevitables, difuminando la frontera entre la innovación y el control autoritario.

Finalmente, se señala que la tecnocracia puede erosionar la democracia al concentrar las decisiones en una élite no elegida, reduciendo la participación y la responsabilidad de los ciudadanos reales. La falta de representación y el predominio de una visión monocultural técnica limitan la posibilidad de imaginar alternativas distintas de las propuestas hegemónicas.

En conclusión, aunque la tecnocracia promete eficiencia y rigor técnico, su enfoque reducido técnico limita la imaginación social y cultural. Resolver efectivamente problemas colectivos requiere combinar el conocimiento experto con la participación democrática, los valores éticos, la diversidad y la creatividad ciudadana. Solo de esta manera será posible construir políticas que respondan a las complejidades de una sociedad plural.

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